lunes, 5 de abril de 2010

semana santa

Esta semana santa hemos ido a Granada.

El bebé ha ido por primera vez en avión y tengo que decir que se ha portado muy bien. Tengo que decir también que la ida la hizo en bussines class porque su abuela, santa madre mía, me cedió su asiento, y parece ser que en bussines para que uno vaya más a sus anchas, dejan libre el asiento de al lado, así que fuimos el bebé y yo en bussines class bebiendo champaña y comiendo cacahuetes todo el vuelo.

Pero a la vuelta íbamos en turista y también bloquearon un asiento y baby fue entre j y yo, sin champaña pero la mar de contento.

Tengo que decir que aunque lo de la champaña queda muy bien, es mentira y no me dieron más que los cacahuetes y encima hubo una movida que flipas con los asientos y las azafatas.
Pero bueno.

F, the baby, ya ha sido presentado a toda la familia y todos le adoran. Nos hicimos unas fotos y mi prima pequeña dijo que por qué no poníamos las manos como si estuviéramos rezando.

Mi abuela, bisabuela del bebé (que se dice pronto) gran sabia y dictaminadora de la vida y la muerte ha dictaminado que baby "es un niño muy bueno" :) y también "muy bonico".

También dictaminó, después de ver un body azul marino que llevaba un día, que en su época sólo vestían de oscuro los bebés pobres porque así no se veían las manchas en la ropa.

Lo que más me importaba de este viaje era que mi abuela conociera al bebé. Desde que soy madre, me siento muy cerca de ella y aunque al vivir ella en Granada y yo en Barcelona siempre la he echado mucho de menos, ahora siento que la necesito más que nunca y nos llamamos muy a menudo y no he escuchado a nadie (ni siquiera a Carlos González) con la devoción y admiración con que la escucho a ella.

Mientras dí el pecho fue un apoyo fundamental. Sin ella no habría podido ni siquiera llegar al mes y medio de LM y superar todas las pruebas que me tocaron.
Nada me importaba tanto como llevarle al bebé para que lo conociera y verla con él en brazos.

Cuando nos despedimos, me volví a mirarla mientras entraba al ascensor. Allí estaba ella, como en tantas otras despedidas. Junto a la puerta de su casa, con el cuadro de Santa Elena al fondo y el mueble donde pone el belén cada navidad. Volví a salir del ascensor para darle un último abrazo y ya no pude volver la vista atrás de la pena tan grande que de pronto tenía.
Y once again allí estaba el hombro de mi hombre para apoyar mi cabecita...

Puedes pedirme lo que tú quieras / que te mereces una corona de estrellas.



4 comentarios: