lunes, 19 de abril de 2010

algunos recuerdos


Hoy me ha escrito mi amiga C q vive en París, la mamá de O de mi anterior post, dice que han cerrado el aeropuerto de París por la nube del volcán y que ha comprado billetes para venir a Barcelona en autobús. Está embarazada de 7 meses, y O tiene 3 años, o sea que 15 horas en el autocar pueden dar mucho juego. Por decir algo.

Me he acordado de unas navidades hace mil años que teníamos que volver de Granada a Barcelona y el aeropuerto estaba cerrado por niebla. Iberia puso un autocar a disposición de todos los pasajeros y entre ellos estábamos mi madre, mis 2 hermanos, nuestro perro Tres, nuestra gata Ginebra y yo. Éramos todos muy pequeños, porque yo soy la mayor y no tendría más de 11 años.

El caso es que después de mil y una historias y protestas de los pasajeros, el autobús paró delante de la puerta del aeropuerto (sí, el aeropuerto sólo tenía una puerta) y todos hicimos cola para dejar las maletas y subir al autocar. Cuando nos tocó subir a nosotros y el chófer nos vió con el perro y el gato (el gato iba en su cayuquito aéreo) dijo que en su autocar no subían animales, que no subíamos de ninguna manera y que lo sentía mucho pero que se iba sin nosotros.

Creo que mi hermana pequeña se puso a llorar. A lo mejor yo también. Las perspectivas no eran muy buenas en nuestras mentes infantiles.

Mi madre nos dejó a los 5 junto a la puerta del autocar. Todos los pasajeros nos miraban desde arriba, ya sentados y colocados. Entró corriendo en el aeropuerto a buscar al señor de "personal en tierra" que había organizado todo y el señor salió a hablar con el conductor y al final lo convenció y nos dejó subir a todos.

Total, que así hicimos los casi mil kilómetros que separan Granada de Barcelona, con la pobre gata maullando sin parar, y el perro arriba y abajo por el pasillo del autocar. Por suerte, la gente fue muy amable. Supongo que una madre joven y viuda como era la mía con 3 niños pequeños (más un perro y un gato) siempre parecen necesitar comprensión. Como 18 horas después, llegamos a casa.

Al otro día, mi madre llamó al aeropuerto de granada para darle las gracias al señor "de personal en tierra" que nos había ayudado a subir al autocar para volver a casa.
De repente se dió cuenta de que no sabía el nombre del señor en cuestión y mientras hablaba con la persona que le había contestado el teléfono lo intentó describir diciendo: "es un señor calvo, gordo y con los ojos saltones", entonces, al otro lado del teléfono contestaron "pues soy yo".

Durante muchos años lo hemos visto en el aeropuerto, siempre nos saludaba de lejos. Pero nosotros sabíamos que allí teníamos un amigo.

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